En Argentina, cómo en pocos lugares en el mundo, existe una continua cadena de sucesos que se repiten a lo largo de la historia y que siempre tiene a los mismos protagonistas. Y «casualmente», los ganadores (empresarios) y perdedores (consumidores) también se repiten.
El problema inflacionario en Argentina es de vieja data, y ya no sorprende a nadie. Lo que sí parece hacerlo (increíblemente también a estas alturas) es la especulación que dominan cuatro o cinco personas que responden a los principales grupos empresariales que «manejan» la cadena alimenticia en nuestro país.
La constante avaricia por tener más dinero, más poder o dañar políticamente al gobierno de turno, vuelve a poner nuevamente en el centro de la escena a estos personajes que mientras siguen agrandando sus arcas, empobrecen los bolsillos de todos los argentinos. Y es que los exorbitantes precios que se exhiben en los supermercados solo se pueden entender por dos razones: el margen de ganancia que intentan obtener y la especulación con la cantidad de mercadería que se pone a la venta.
Estudios recientemente realizados a nivel nacional demostraron que la diferencia entre lo que gana un productor y el precio final que paga el consumidor se ha elevado a un 800%. En esa cadena que atraviesa el producto, están los empresarios, que funcionan como intermediarios y que terminan siendo formadores de precios y, por supuesto, quienes mas rentabilidad obtienen.
Sin embargo, y en un país donde la producción (ya sea de harina, aceite o azúcar) no es un problema, existen faltantes de mercadería en los supermercados, y eso se debe a la especulación de estos mismos empresarios. La no reposición de productos o el poco stock destinado a la venta, cómo así también el fraccionamiento de los artículos, les permite ante la desesperación de la gente por comprar productos básicos y de primera necesidad, manejar los precios a «gusto y piacere».
En ese sentido, es tarea fundamental del gobierno llevar adelante los controles pertinentes para que eso no suceda. Asimismo, la aplicación de leyes vigentes (ley de góndolas y abastecimiento) debe ser una de las prioridades para cuidar el bolsillo de los argentinos, cada vez más castigado por la inflación y por un grupo de personas que solo piensa en su propio bienestar.
Esta vez, esa cadena de sucesos que históricamente se repite en Argentina, debe dejar de tener a los mismos ganadores y perdedores, por el bien y el desarrollo de una sociedad que necesita imperiosamente ser parte de la reconstrucción nacional.